Un grupo yihadista difundió este domingo la noticia de la ejecución de unos veinte cristianos coptos egipcios que habían sido capturados en Libia. Titularon este episodio como "un mensaje firmado con sangre para la nación de la cruz", un acto en reacción "a una guerra de los cruzados".
En primer lugar, desde la Fundación Provocando la Paz recordamos que la última guerra de los cruzados acabó hace siglos, dejando miles de muertes inútiles de todos los bandos. Consideramos que no hace falta resucitar un fantasma del pasado que va unido a muerte y destrucción. Precisamente ahora nuestro mundo no necesita esto. Los que participaron en aquello hace siglos que murieron, ahora estamos nosotros en el mundo, podemos aprender las lecciones de la historia y hacerlo mejor.
En segundo lugar, remarcamos que lo que hacen estos sujetos no es ninguna guerra de religión. Es muy grave poner como excusa la religión cuando hay otros intereses mezquinos por el medio: ambición, ansia de poder, dinero, control, sexo, imposición... Todo esto, unido al fanatismo, la intolerancia, la pobreza, la marginación, el analfabetismo, el engaño... hace que haya en este momento unos seres humanos que pertenecen a grupos yihadistas cometiendo atrocidades hacia otros seres humanos. En esta ocasión han matado a unos cristianos, anteriormente a otras minorías étnicas y constantemente a otros musulmanes.
Dios no tiene nada que ver con esto. En todo caso, hay un Dios creador de todo y de todos, al que cada religión llama de una manera y al que cada religión reza de una manera. Y no pasa nada. Porque existe algo que se llama respeto y otra cosa que se llama tolerancia, por encima de cualquier diferencia de raza, religión o ideología. Y se podría hablar aquí de cosas más altas como la paz, la fraternidad, la libertad, la colaboración mutua por un mundo mejor, la solidaridad, la justicia social, la mejora del medio ambiente que es la casa común, el amor, el perdón... Todo esto es urgente y sí que nos hace falta. Porque destruir no cuesta nada y lo puede hacer una sola persona; en cambio, construir cuesta mucho y hacen falta muchas personas.