Para los fanáticos terroristas, esos son sus enemigos: personas que van tranquilamente a coger un avión al aeropuerto o a su trabajo en metro. Todo es pecado, todos son infieles, hay que acabar con la libertad. Este planteamiento absurdo desgraciadamente no es nuevo y en nombre de la religión se han cometido auténticas barbaridades. Lo peor del caso es que ocurra en el siglo XXI y que como humanidad no hayamos superado este fanatismo sin sentido que sólo trae ruina.
Frente a la llamada a matar y a destruir de los dictadores que quieren imponer su ley, hay una humanidad más potente y madura que apuesta por la vida y la construcción de un mundo más habitable por parte de todos sin excepción, que abandera un mundo lleno de respeto, dignidad de la persona, convivencia pacífica y LIBERTAD.
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