Nos invitaron a una boda de refugiados sirios. Nos enseñan que a pesar de todo lo que viven. hay lugar para el amor, para la alegría, para la esperanza en un futuro mejor.
La comitiva se puso en marcha por las calles de Atenas, desde el asentamiento de refugiados hasta el lugar de la fiesta. El coordinador hacía de padrino del novio y detrás íbamos amigos y voluntarios, todo el rato cantando.
Pensamos que no podían tener ningún familiar en este momento tan importante, pero ahora los compañeros refugiados y los voluntarios somos su familia.
Como dijo aquella persona refugiada: "Nunca una presencia había llenado tan bien una ausencia".